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CARTA A S. E .G.

High Springs, enero 10 de 1995

S. E. G.
J.

Estimado hermano:
Saludos en el nombre del Señor.
Durante la Conferencia que concluyó hace unos días, por cierto la mejor de los últimos años, el Concilio Superior tuvo la oportunidad de reunirse en varias ocasiones, y en una de ellas se le dio lectura a un artículo que tú enviaste titulado: “El Matrimonio Civil”, del cual se nos dio una copia a cada uno.
Como en ese artículo tú haces mención de mi persona, y de otro artículo que yo escribí con el mismo título; y como en la conferencia el apóstol nombró una comisión para estudiar los casos de algunos matrimonios cuya validez es dudosa, y a mí se me nombró parte de esa comisión, es por lo que me tomo la facultad de contestar algunas de las preguntas que haces en tu escrito, y a la vez aclarar otras ideas que tú expones.
Antes de entrar en el asunto te doy las gracias por tu felicitación y demás palabras de elogio. Yo también te felicito por tu exposición; no porque yo esté de acuerdo con todo lo que tú dices, sino porque dices lo que piensas, y eso es lo que la iglesia necesita: Hombres que piensen, y que no teman expresar sus ideas, aun cuando no concuerden con las ideas de la mayoría.
Cuando yo salí de Cuba traía las mismas «inquietudes» que tú sientes, y que mantienen otros oficiales ahí, por lo que en la primera reunión de oficiales a la que asistí después de mi llegada abogué porque nuestra iglesia le atribuyera validez al divorcio en los casos en que la pareja había sido casada sólo civilmente. En esa ocasión quien me rebatió fue el entonces arzobispo Florentino Almeida, y aunque yo traté de hacer prevalecer mi criterio, al fin sus palabras me vencieron y me convencieron. Aparentemente en aquel debate yo perdí, pero lo que hice fue ganar, pues mucho ganamos cada vez que alguien nos hace salir de una equivocación. En aquel entonces defendí lo que yo creía correcto; al reconocer mi equivocación, ahora defiendo lo que creo correcto. Por eso merece mi admiración y respeto todo aquel que en buenas maneras se decide a exponer honestamente lo que piensa y lo que siente, aun cuando esté equivocado.
Volviendo a tu artículo, trataré de contestarte siguiendo el orden que presenta. En el segundo párrafo tú preguntas por qué yo cito expresiones de Daddy y de Florentino y no de otros hermanos. A eso puedo contestarte que me hubiera sido muy difícil hacer mención de todos los que han expuesto sus criterios al respecto. Procuré que mi artículo no fuera muy extenso, y me concreté a explicar cuales son las razones que asisten a la posición oficial de la iglesia con respecto al matrimonio, citando para ello la opinión de dos de sus dirigentes, que no es diferente a la de los otros apóstoles. Si cité lo que han dicho otros hombres no es porque me apoye en sus opiniones personales, sino en el conocimiento que ellos tienen de la Historia, especialmente de la Historia de la Iglesia.
En el tercer párrafo tú te haces eco de uno de nuestros lemas, y es cierto que el Espíritu Santo tiene distintas manifestaciones en distintos hombres y en distintas épocas, pero ninguna de sus muchas manifestaciones puede ser contraria a las Sagradas Escrituras, porque el Espíritu Santo no puede contradecirse a sí mismo. En asuntos de organización y disciplina, la iglesia ha tenido que hacer algunos cambios bajo la dirección del Espíritu, y creo que todavía puede y debe hacer algunos más, pero no así en cuanto a la doctrina, entendiendo por doctrina cristiana todo aquello en que las Sagradas Escrituras determinan cual debe ser nuestra fe y cual nuestra conducta.
Los reglamentos y cambios habidos acerca de la extracción de dientes y la ropa de color en nada ha faltado a algún mandato bíblico. El trato que debemos tener con los apartados sí está indicado en la Biblia, pero no de una manera tajante; y a tus señalamientos pudieras añadir los cambios relacionados con las imágenes, algo que sí es doctrinal, pero no es culpa del Espíritu que en ocasiones nosotros nos hayamos ido a extremos ridículos, y después, como reacción, nos hayamos ido a los extremos opuestos.
En el cuarto párrafo tú dices que Jesús le reconoció a la samaritana el marido que tenía como tal. No sé en que te apoyas para afirmar eso, pues si Jesús le dijo: “Cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes NO ES tu marido" (Jn.4:18), es porque ese último hombre era su marido sólo en cuanto a la carne, pero Jesús no se lo reconoció como su marido verdadero. De acuerdo a las leyes temporales del Antiguo Testamento, una mujer divorciada podía volver a casarse, y Dios reconocía su nuevo matrimonio, pero desde que Jesús restableció la institución del matrimonio a su estado primitivo, la cosa cambió. No sabemos si todos los cuatro primeros maridos de la samaritana vivían, pero parece que por lo menos uno de ellos todavía estaba vivo, porque, aunque carnalmente ya se había separado de ella, ese seguía siendo el marido que Dios le reconocía como tal, y por tanto no le reconocía el quinto.
Es verdad que los apóstoles bautizaron a miles de personas, pero no a todos los que querían ser metidos en el agua, sino “a todos los que recibieron la palabra” (Hech.2:41). ¿Cuál palabra? Las palabras de Jesús. Jesús no dijo: “Id por todo el mundo y bautizad a toda criatura”, sino “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo” (Mar.16:15-16). Según Mat.28:19-20 el Señor dijo: “Por tanto, id y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden TODAS las cosas que os he mandado”. Eso quiere decir que antes de bautizar es necesario adoctrinar, y aun después, a los bautizados, hay que seguir enseñándoles a guardar las palabras de Jesús. Creo que eso era lo que hacían Pedro y los demás apóstoles de la iglesia primitiva. Juan también bautizaba multitudes, pero no bautizaba a la ligera, sino a las personas que venían “confesando sus pecados” (Mat.3:6 y Mar.1:5). ¿Por qué suponer que los que querían seguir viviendo en pecado también eran bautizados? El Señor no vino para salvar a su pueblo EN sus pecados, sino para salvarlos DE sus pecados (Mat.1:21).
“Si alguno está en Cristo nueva criatura es: las cosas viejas pasaron...” Esas palabras suenan muy bonitas, pero algunos las entienden al revés. Cristo dijo: “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros...” (Jn.15:7). Estar en Cristo es estar en armonía con sus palabras, incluyendo aquellas que sus discípulos dijeron que eran duras.
Para aquel que es nueva criatura en Cristo las cosas viejas pasaron, pero esas cosas viejas no son sus deudas, ni sus votos, ni sus compromisos, sino sus pecados, sus transgresiones a la Palabra de Dios, y todas las demás cosas desordenadas que no pueden continuar en una nueva vida en Cristo.
En el quinto párrafo dices: “...tal parece que en la iglesia primitiva la poligamia se había introducido...”, pero la poligamia se introdujo en el pueblo escogido desde la era patriarcal; no obstante, Moisés la reguló bastante, y parece que en los tiempos de Cristo ya había caído en desuso entre los judíos.*
Las palabras de Pablo a Timoteo y a Tito con respecto al estado matrimonial de los obispos y diáconos es tema controversial.
Según la versión Reina-Valera 1960 y otras más, Pablo requería que cada uno de esos oficiales fueran “marido de una sola mujer”, como dando a entender que los no oficiales podían tener más de una, pero en la versión antigua no aparece la palabra «sola», y en el original griego tampoco aparece, [sino que dice: “marido de una mujer"] por lo cual lo más probable es que Pablo quería decir que los responsables de guiar a la iglesia debían ser hombres ya experimentados en el buen gobierno de la esposa y los hijos.
Es lamentable que en estos tiempos del fin los divorcios se hayan convertido en una plaga de la sociedad, y es lamentable que en Cuba la crisis económica esté fomentando matrimonios sólo de conveniencia, pero, sean cuales sean los motivos que lleven a una pareja a contraer matrimonio, si éste es confirmado con la unión sexual, ese matrimonio es válido. Si en algún caso la unión carnal no se llegó a consumar, y puede ser demostrado, el compromiso puede ser declarado nulo. Para investigar casos semejantes es que la dirección de la iglesia ha nombrado una comisión compuesta de tres obispos.
Al final del quinto párrafo calificas de “pájaros de mal agüero” a quienes investigan la condición de quienes se inician en la iglesia. La misma Biblia enseña que a los principiantes hay que darles primero «la leche»; el alimento sólido no se les debe dar antes de que estén en condiciones de digerirlo, por eso el Manual recomienda que a los principiantes no se les hable enseguida de las imágenes, de las comidas inmundas, de dejar el tabaco, el café, etc. De la misma manera se debe manejar con cautela los asuntos referentes al matrimonio, pero a los ya adoctrinados y preparados para el bautismo sí se les debe investigar su estado civil; eso es un requisito que siempre se ha hecho constar en el modelo de bautismo; entonces, creo que no suena bonito llamar “pájaro de mal agüero” a ningún hermano, pero se te podría tolerar si te refieres a algún hermano que imprudentemente se mete en lo que no le corresponde, pero no así si acaso te refieres a los oficiales que cumplen con su deber cuando hacen las preguntas pertinentes antes de oficiar en un bautismo o en una ceremonia matrimonial.
Por último señalas la autoridad de la iglesia para atar y desatar, y es cierto que la tiene, pero no en forma ilimitada. Nunca la autoridad de la iglesia puede ir por encima de la autoridad de las Sagradas Escrituras.
Cristo dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros” y “El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no es digno de mí”. Si alguno pretende atar cargas extras a los hermanos, de ello tendrá que dar cuenta ante Dios, pero si alguno pretende desatarles el yugo de Cristo y quitarle la carga de su propia cruz, también tendrá que dar cuenta de ello en el Día del Juicio.
Habiendo terminado ya de comentar tu artículo, te digo que no veas en esta réplica un intento de ponerte una mordaza, al contrario, te invito a recapacitar, y ya sea que modifiques o que mantengas tu criterio, no temas manifestar lo que piensas y lo que sientes. Cristo condenó con más vigor a los hipócritas que a los equivocados.
Dale saludos de mi parte a tu familia y demás hermanos en la fe. Sabes que te aprecia tu hermano en Cristo,

Ob. B. Luis

* Ver el diccionario bíblico por W.W. Rand, Pág. 407.